No hay problema, obstáculo o situación que no podamos solucionar… deberíamos hacer algo para mejorar nuestros días.
Ahora que hemos llegado al final te diré que no espero que sientas lástima de mí, dado que lo que sentí y pensé no es algo de lo cual enorgullecerse, si he de ser conciente de que tome la mejor decisión eso no me hace una mejor persona y de ello también estoy conciente.
Tardé alrededor de cuatro años para darle un final a esta historia, y confieso que en esos cuatro años la idea del suicidio en dos ocasiones inundó todo mi ser, ya no recuerdo como sobreviví la primera vez que por mi mente pasaron estas ideas pero estoy seguro que no fue buena idea reprimir lo que sentía. Pasaron tres años y por cuestiones situacionales (me entiendes) este año volví a caer en el mismo infierno, el mejor escenario fue cuando salí del país, pero no lo hice… pregúntame por qué.
Si entendiste la trama de los once primeros capítulos no tendré la necesidad de explicar mucho lo siguiente, realmente no me sentía yo mismo y por ende no tenía que fundamentar muchos de mis comportamientos, dada la lucha interna entre los dos personajes representados por el Bucéfalo y el Unicornio, sinceramente me sentía invadido por esto otro que a veces tomaba el control.
La niña y la mujer representan en diferentes párrafos de la novela muchas cosas distintas, así que no la interpreten a la ligera, dado que en ocasiones ellas me personifican.
Por ultimo sólo diré, que la función de todas estas palabras no es de alarde, sino que vivas conciente de que las personas que te rodean saben esconder muy bien sus más temibles y a veces fatales infelicidades… tampoco se sientan culpables, ya que la posibilidad de que lo llevara a cabo eran muy probables, sigo vivo para el lunes cinco de noviembre del dos mil siete, la madrugada en que termine de escribir el Infierno del Bucéfalo, la historia que provocó el sufrimiento de un eventual suicidio.
lunes, 5 de noviembre de 2007
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