Cuando son uno,
no hay tiempo.
Cuando son uno,
no hay espacio.
Cuando son uno,
juntos, son amantes…
Pero separados son más vulnerables que una herida sin cicatrizar. Apenas ella abrió sus hermosos ojos sintió un gran vacío en el aire, pero más grande el abismo que se estaba suscitando en su corazón, de repente recordó las últimas palabras del Unicornio:
Dentro del océano hallaras a una amiga que te acogerá en sus brazos mientras tengas voluntad para seguir sus pasos, siempre y cuando mueras después de mí.
El temor se apodero de todo su ser.
Era de noche, desde la ventana se evidenciaba la penumbra del bosque, se levantó despacio de su pequeño tálamo, mientras caminaba al marco de la puerta se dio cuenta de que del suelo desnudo y sus pies, la ausencia de calor no estaba presente; algo andaba mal en esta noche, el viento era fuerte, movía sus cabellos desde el jardín, pero la ausencia de calor provocó que se inquietara aún más.
Lloró, empezó a llorar de tal forma que sentía que se iba a ahogar, con un llanto seco que le obstaculizaba el respirar, susurrando algunas palabras cayó al suelo, con tanta vida alrededor de ella, estaba en el suelo hincada, como si estuviera rezando pero mucho más que plegarias a las estrellas, estaba rogando por su vida, por su vida y para no tener la intención de lastimar a quienes la amaban, era su decisión y por ello estaba agonizando.
Como pudo se reincorporó a la realidad de su cuerpo, se restregó sus parpados con sus brazos, al tiempo que tranquilizaba su respiración y sus latidos, luego limpió un poco sus ropas andrajosas, a cada paso que dada; se volvió a ver como reaccionaba el bosque, cuando de repente el viento murmuró.
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